lunes, 23 de noviembre de 2015

UN BONITO CUENTO DE PAULO COELHO

UN BONITO CUENTO DE PAULO COELHO

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Un hombre, su caballo y su perro iban por una carretera. Cuando pasaban cerca de un árbol enorme cayó un rayo y los tres murieron fulminados.

Pero el hombre no se dio cuenta de que ya había abandonado este mundo, y prosiguió su camino con sus dos animales (a veces los muertos andan un cierto tiempo antes de ser conscientes de su nueva condición…).

La carretera era muy larga y colina arriba. El Sol, muy intenso, y ellos se encontraban sudados y sedientos. En una curva del camino vieron un magnífico portal de mármol que conducía a una plaza pavimentada con adoquines de oro.

El caminante se dirigió al hombre que custodiaba la entrada y entabló con él el siguiente diálogo:

- Buenos días.

- Buenos días, respondió el guardián.

- ¿Cómo se llama este lugar tan bonito?.

- Esto es el cielo.

- ¡Qué bien que hayamos llegado al Cielo, porque estamos
 sedientos!.

- Usted puede entrar y beber tanta agua como quiera. Y el
 guardián señaló la fuente.

- Pero mi caballo y mi perro también tienen sed…

- Lo siento mucho, dijo el guardián, pero aquí no se permite la
 entrada a los animales.

El hombre se levantó con gran disgusto, puesto que tenía muchísima sed, pero no pensaba beber solo. Dio las gracias al guardián y siguió adelante. Después de caminar un buen rato cuesta arriba, ya exhaustos los tres, llegaron a otro sitio, cuya entrada estaba marcada por una puerta vieja que daba a un camino de tierra rodeado de árboles.

A la sombra de uno de los árboles había un hombre echado, con la cabeza cubierta por un sombrero. Posiblemente dormía.

- Buenos días, dijo el viajero. El hombre respondió con un gesto de la cabeza.

- Tenemos mucha sed mi caballo, mi perro y yo.

- Hay una fuente entre aquellas rocas, dijo el hombre, indicando el lugar.

- Podéis beber tanta agua como queráis.

El caminante, su caballo y su perro fueron a la fuente y calmaron su sed.

Después el viajero volvió atrás para dar gracias al hombre.
- Podéis volver siempre que queráis, le respondió éste.

- A propósito, ¿cómo se llama este lugar?, preguntó el caminante.
- Cielo.

- ¿El Cielo?. ¡Pero si el guardián del portal de mármol me ha dicho que aquello era el Cielo!.

- Aquello no era el Cielo. Era el infierno, contestó el hombre.

El caminante quedó perplejo.

- ¡Deberíais prohibir que utilicen vuestro nombre!. ¡Esta información falsa debe provocar grandes confusiones!, advirtió.

- De ninguna manera, respondió el hombre. - En realidad, nos hacen un gran favor, porque allí se quedan todos los que son capaces de abandonar a sus mejores amigos.

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